CASO DE CUERPO MAL IDENTIFICADO: FAMILIA EXIGE RESPUESTAS TRAS DOBLE ERROR

Un confuso y doloroso episodio tuvo lugar en Tucumán a raíz de dos errores sucesivos en la identificación de un cuerpo. La situación comenzó durante la madrugada del jueves 18, cuando un joven se arrojó bajo un camión cañero. Como no llevaba documentación ni pertenencias, la Policía no pudo identificarlo en el momento.

Pocas horas después, una mujer se presentó en la comisaría de Alderetes y aseguró que el fallecido era su hijo. Tras un reconocimiento rápido, sin mayores comprobaciones, se autorizó la entrega del cuerpo. Así se inició el velorio en Villa Carmela.

Pero lo inesperado ocurrió: el joven que creían muerto irrumpió en la casa durante la ceremonia, diciendo: “estoy vivo”. Esto generó una escena de confusión total. El fiscal Carlos Sale ordenó suspender de inmediato el velorio, trasladar nuevamente el cuerpo a la Morgue Judicial y tomar declaración al muchacho, quien explicó que había estado en Alderetes consumiendo drogas y que no había tenido contacto reciente con su familia.

El caso se viralizó rápidamente en medios locales y nacionales. Fue entonces cuando la familia de Maximiliano Acosta comenzó a sospechar que el cuerpo hallado originalmente podía ser el suyo. Sin embargo, cuando se acercaron a la Morgue Judicial para reconocerlo, les mostraron otro cadáver por error, lo que sumó más dolor al proceso.

Finalmente, tras nuevas verificaciones, se confirmó que el cuerpo correspondía efectivamente a Maximiliano Acosta.

Su hermano, Hernán Luna, expresó su indignación por las irregularidades en el procedimiento: “Está todo mal desde el comienzo. Primero entregaron el cuerpo sin la debida identificación. Después me hicieron ir dos veces a la morgue. Todo lo que sufrimos no puede quedar así”, declaró.

Ante la gravedad de los errores, el Ministerio Público Fiscal inició una investigación interna para determinar las responsabilidades y esclarecer cómo se produjeron las fallas en la cadena de identificación.

La noticia conmocionó al barrio El Paraíso, donde vivía Maximiliano. Desde temprano, su casa materna comenzó a recibir visitas de vecinos, familiares y amigos que querían despedirlo. “Era querido por todos, jamás le hizo mal a nadie”, contó un vecino. Muchos lo recordaron como un joven atravesado por una fuerte adicción, pero que solía hacer changas para subsistir y recibía ayuda constante de la comunidad.

Fátima, una vecina que solía darle de comer, compartió un testimonio estremecedor: “Ese día me dijo: ‘hoy voy a dejar las cosas malas’ y se despidió como si lo hubiera presentido”.

Durante el velorio definitivo, se vivieron momentos de profunda emoción. Pasadas las 15.30, un hombre ingresó a la vivienda con una guitarra y, entre lágrimas, comenzó a cantar canciones religiosas acompañado por los presentes. Luego, el ataúd fue retirado y un extenso cortejo fúnebre recorrió las calles de Delfín Gallo hasta el cementerio de Cevil Pozo, donde Maximiliano Acosta fue finalmente sepultado.

Fuente: Contexto Tucumán