SALUD MENTAL EN ROJO: UNA REALIDAD QUE YA NO SE PUEDE OCULTAR

La salud mental adolescente atraviesa una de sus etapas más alarmantes en Argentina. Según datos recientes, el suicidio se ha posicionado como la principal causa de muerte entre chicas de 10 a 19 años, un hecho sin precedentes. Ante esta realidad, el psicólogo tucumano Martín Landers reflexiona sobre la urgencia de visibilizar el problema, romper con los estigmas y dejar de silenciar lo que aún incomoda socialmente. “Hablar de suicidio no es un riesgo; callarlo, sí”, sostiene con firmeza. Por Exequiel Svetliza.

29 de septiembre de 2025Ana Sofia YapuraAna Sofia Yapura
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Un reciente informe del Observatorio de Desarrollo Humano de la Universidad Austral encendió las alarmas: por primera vez, el suicidio fue la principal causa de muerte entre adolescentes mujeres de 10 a 19 años en Argentina durante 2023. La estadística es impactante y marca un antes y un después en la salud pública. Además, el grupo etario de 20 a 29 años también mostró cifras preocupantes, registrando el mayor número de suicidios desde 2017. Estos datos exponen una crisis silenciosa que atraviesa a gran parte de la población y que, hasta hoy, sigue siendo evitada en muchas conversaciones.

Los números son contundentes: 148 adolescentes mujeres murieron por suicidio en 2023, superando causas como tumores (119) y accidentes (103). En el rango de 20 a 29 años, se contabilizaron 1.030 muertes por esta causa. Hoy, el suicidio representa la principal forma de muerte violenta en el país, y pese a ello, sigue estando rodeado de prejuicios, mitos y silencios.

Para comprender mejor el contexto, eltucumano.com dialogó con el psicólogo tucumano Martín Landers, especialista en salud mental y docente universitario, quien ofrece una mirada crítica y profunda sobre el fenómeno.

 
UNA CRISIS MULTIFACTORIAL
"Estamos ante una emergencia global en salud mental", señala Landers. El especialista explica que el aumento de los suicidios no puede entenderse desde una sola causa, sino que responde a múltiples factores: desde el crecimiento de trastornos como la ansiedad o la depresión, hasta el impacto de la pandemia, el aislamiento social y la presión de modelos de éxito inalcanzables.

“El contexto postpandémico profundizó formas de sufrimiento que ya venían gestándose: relaciones frágiles, vínculos virtualizados, exigencias sociales desmedidas y una desconexión creciente con el otro. Vivir se ha vuelto más difícil, más agotador, y muchos no encuentran herramientas para sostener ese malestar”, advierte.

Además, menciona cómo las redes sociales y la constante exposición pública afectan la construcción de identidad en jóvenes y adolescentes, quienes muchas veces no encuentran en su entorno familiar o institucional un espacio de contención emocional genuina.

 
¿SE PUEDE IDENTIFICAR A UNA PERSONA EN RIESGO?
“El suicidio es una decisión compleja, que responde a una experiencia de sufrimiento profunda. Generalizar es peligroso, pero hay patrones que se repiten”, explica Landers. Uno de los más relevantes: la sensación de que el dolor no tiene salida.

“Quien piensa en quitarse la vida no busca dejar de existir, sino dejar de sufrir. Cuando la persona cree que ya no hay alternativas, el suicidio aparece como única opción. Nuestro trabajo es mostrar que sí existen otras salidas”, remarca.

Asimismo, enfatiza que no hay un "perfil" de persona suicida, pero sí señales que pueden alertar: aislamiento social, pérdida de interés en actividades cotidianas, cambios drásticos en el comportamiento, o incluso una aparente calma repentina, que puede confundirse con recuperación, pero en realidad es señal de que la decisión ya está tomada.

 
ROMPER EL SILENCIO
Uno de los mayores obstáculos en la prevención es el tabú. "Hablar del tema no incita al suicidio, lo previene", sostiene con claridad Landers. “Callarlo sí puede ser peligroso. La prevención empieza por ponerle palabras al dolor y escuchar sin juzgar”.

El especialista insiste en la necesidad de que el suicidio sea tratado con responsabilidad tanto en los medios como en el ámbito educativo, familiar y comunitario. “No se trata de alarmar, sino de habilitar espacios donde se pueda hablar de lo que duele, de lo que se siente insoportable”.

 
LOS GRUPOS MÁS VULNERABLES
Aunque el suicidio puede afectar a personas de cualquier edad, clase o género, hay sectores de la población que enfrentan riesgos mayores. La adolescencia es una etapa especialmente delicada, marcada por la búsqueda de identidad, la validación externa y la necesidad de pertenencia. En este contexto, factores como el bullying, el abuso, la falta de acompañamiento adulto o el consumo problemático pueden agravar el sufrimiento emocional.

En Argentina, la situación se ve agravada por una crisis económica persistente y una salud pública desbordada, con escasos recursos destinados a la atención integral de la salud mental. “Sin políticas públicas sostenidas, sin dispositivos de contención accesibles, la problemática se profundiza”, advierte.

 
PREVENCIÓN: ESCUCHAR, ACOMPAÑAR Y FORMAR
Para prevenir, es fundamental estar atentos. La escuela, la familia, los pares y las instituciones deben jugar un rol activo. “No hay que esperar a que haya una crisis para intervenir. Necesitamos construir vínculos de confianza, crear espacios donde se pueda hablar sin miedo ni vergüenza”, afirma Landers.

También señala el rol fundamental de los medios: comunicar con responsabilidad, no difundir detalles del método, evitar el sensacionalismo y siempre acompañar la información con datos útiles, como líneas de ayuda disponibles.

 
EL IMPACTO EN QUIENES QUEDAN
El suicidio no solo termina con una vida: deja una herida profunda en quienes rodeaban a la persona. La culpa, las dudas y el dolor pueden volverse traumáticos si no se abordan adecuadamente. “Acompañar a las familias es tan importante como prevenir. El silencio después de un suicidio también puede dañar. Hay que habilitar el duelo, la palabra, el sentido”, concluye.

 

DÓNDE BUSCAR AYUDA
La Organización Mundial de la Salud informa que anualmente más de 720.000 personas se quitan la vida en todo el mundo, lo que convierte al suicidio en la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. En Argentina, según el Boletín Epidemiológico Nacional 2025, hasta el 23 de agosto se reportaron 7.087 intentos de suicidio que no resultaron fatales y 479 con desenlace mortal.

En Tucumán, al igual que en el resto del país, está disponible las 24 horas la línea telefónica 135, destinada a brindar apoyo a personas en riesgo de suicidio y emergencias vinculadas a la salud mental. Asimismo, el Hospital Obarrio, ubicado en Av. Colón 750, San Miguel de Tucumán, cuenta con guardia y consultorios especializados en Salud Mental (teléfono: 0381 424-4123). Por su parte, el Hospital Avellaneda ofrece un Servicio de Psicología (teléfono: 0381 421-4500). Además, las personas pueden acudir a los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS) y comunicarse con la línea 107 del SAME Tucumán, que atiende emergencias médicas y puede intervenir en situaciones críticas.


Fuente: EL TUCUMANO  

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